The New York Times
NUEVA YORK.- Creció en círculos de elite de Buenos Aires. Adquirió el lustre y las conexiones privilegiadas que le abrieron camino. Y se convirtió en un banquero privado estrella en Nueva York, con clientes ricos en la UBS y JPMorgan Chase.
Pero, si bien Hernán E. Arbizu se ocupaba de las fortunas de sus selectos clientes, durante años también les quitaba millones de dólares mientras operaba en ambos bancos sin ser detectado.
Arbizu admitió, el año pasado, que regularmente metía la mano en las cuentas de clientes de la UBS hasta un año después de dejar ese banco por un empleo en el JPMorgan Chase, en el otoño de 2006.
El curioso caso de Arbizu, cuya carrera estalló en mayo de 2007, plantea dudas sobre el cuidado con el que algunas de sus instituciones más grandes monitorean a sus banqueros. En entrevistas realizadas en los últimos ocho meses, Arbizu se situó en el "3% de banqueros que se confunden debido a la presión".
"Sentimos que podemos correr riesgos con los que otras personas ni siquiera sueñan", añadió.
Pero también dijo que la UBS "no controlaba adecuadamente a sus banqueros" y acusó a la firma de crear una atmósfera de presión para conservar clientes y para atraer clientes nuevos. Un vocero de la UBS no respondió a reiterados pedidos de que aportara comentarios al caso.
Arbizu huyó de Estados Unidos a la Argentina en mayo de 2008, antes de ser acusado por las autoridades de Nueva York de fraude. En una entrevista, insistió en que no había lucrado con sus acciones, sino que más bien había transferido dinero de una cuenta a otra para "cumplir" así sus promesas de inversión poco realistas.
Aunque sus acciones son insignificantes si se las compara con el esquema Ponzi de 65.000 millones de dólares instrumentado por Bernard L. Madoff, la historia de Arbizu tiene la misma lógica de "robarle a Pedro para pagarle a Pablo" que aparentemente guió al propio ex mago de Wall Street.
En junio de 2008, semanas después de que Arbizu fuera acusado en Nueva York, las autoridades argentinas allanaron las oficinas de JPMorgan Chase en Buenos Aires, y confiscaron registros de 200 acaudalados argentinos, muchos de ellos clientes de Arbizu.
Pero él nunca fue atrapado por los controles de ambos bancos. A principios de 2003 se mudó a Fairfield, Connecticut, para ocupar un cargo en la UBS. Meses después de que ingresara al banco, le prometió a Alberto López, un rico hacendado argentino, que generaría una ganancia del 21% en una de sus cuentas. "Era imposible", dijo Arbizu.
Meses más tarde, López le pidió el rédito de su inversión. A duras penas, Arbizu intervino secretamente en el patrimonio de López, que incrementó sacando clandestinamente 2,8 millones de dólares de otro cliente estrella del UBS: la familia paraguaya Acevedo Quevedo.
Arbizu dejó la UBS para irse a JPMorgan Chase en noviembre de 2006, sin informar a la familia Acevedo Quevedo. En abril, la familia lo contactó y le dijo que necesitaban dinero de sus cuentas del UBS para comprar tierras. En pánico, Arbizu manipuló la cuenta de JPMorgan Chase de Natalio Garber, un empresario argentino, para conseguir los fondos. Semanas más tarde, Garber se enteró de la maniobra y llamó al jefe de Arbizu para quejarse. El banco lo despidió y alertó a la justicia.
Traducción de Mirta Rosenberg
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